Puedes fingir muchas cosas, escribir acerca de asesinatos, héroes que trascienden toda la porquería que hay en este mundo, pero, si, tu palabra favorita, pero, esa que usamos para arruinar las cosas, todo eso es ficción, puedes escribir muchas cosas, pero mientras mas te metes en ese mundo te das cuenta que es solo un intento de huir de la realidad. Cuando recién estaba empezando en la literatura un viejo escritor me dijo que no tenía que buscar una trama sobrenatural, que las grandes historias estaban en la cotidianeidad, en el día a día. En otras palabras, me trató de enseñar sobre los héroes anónimos, no sé, el tipo que después de ser un alcohólico pasa sobrio el resto de su vida, la madre que mantiene sola a su familia, muchos otros ejemplos como te lo puedes imaginar. Creo que nunca pude entender bien lo que me quiso decir, o tal vez lo entendí, pero no le encontré ninguna trascendencia.
Pasé muchos años en un constante ensayo y error, y resulta que mientras mas pensaba que la había cagado con alguna historia mas parecía gustarle a los editores, más parecía vender. Mis peores historias llegaban a vender una cantidad no astronómica, pero bastante respetable de copias. Caminaba por fuera de las librerías y me ruborizaba, me daba vergüenza que fuese conocido por semejante basura. Justo en esos momentos algún desconocido me saludaba, o incluso pedía que le firmara su copia, sentía como si me estuviera a punto de lanzar a las vías del metro, ganas de vomitar.
Todo lo contrario, cuando terminaba algo que realmente me gustaba, algo de lo que podía sentirme orgulloso de inmediato el editor me hablaba acerca del “poco potencial de venta” y montón de mierda de ese tipo, rara vez un escrito así llegaba a ver la luz. No tenía elección, pues era demasiado inútil para trabajar en un empleo convencional, para levantarme temprano de mañana, para todo eso que se supone que te hace ser “alguien normal”.
Creo que simplemente no estaba destinado a ser un tipo normal, ya me estoy haciendo viejo y necesitaba un descanso. En todos estos años solo hemos hablado de forma muy intermitente, la mayoría de las veces sólo por correspondencia. La verdad es que perfectamente podría haberme acercado a ti, pero creí, y sigo creyendo que no me corresponde entrometerme en tu vida, si me acerco solo sería un intruso, si hablamos en persona seríamos dos perfectos desconocidos fingiendo interés en el otro.
En fin, hijo, solamente te escribía para comunicarte que me voy de la ciudad, no sé todavía adonde, solo se que muy lejos de aquí, a empezar una vida completamente nueva. No he amasado una gran fortuna, aún así tengo algunas cosas que dejarte, este apartamento viejo, por ejemplo, algo de dinero, también tengo algunas pertenencias que quiero que conserves, dentro de esas cosas están mis anotaciones y diarios, no te digo que no las vendas, pero solo hazlo en caso de extrema necesidad.
Hijo, dentro de esos diarios, está todo lo que pensado durante estos años que a mi me parecen un parpadeo pero que al ponerse a contar son bastantes, tal vez te sirva para entenderme un poco, quizás hasta me perdones el no haberte acompañado nunca a ningún lado. Espero verte algún día, en el “otro lado”. Te amo.