
¿Y adónde están todos? Desperté en un colchón, en una habitación ajena. No conozco esté lugar. Tengo el pelo mojado, mi ropa está húmeda. Me pongo de pie, miro a mí alrededor, no hay nadie. No recuerdo en qué momento me quedé dormido, solamente recuerdo que me arrastraron, me dejaron en el colchón, entre tanto cada pestañeo era una eternidad, una joven me tapó, recuerdo que era hermosa, que le trate de hablar y las palabras no me salieron, solo expulsé un balbuceo inútil. Pestañeo, y al abrir los ojos ella ya no estaba, entonces me voy a negro.
Me arrastraron desde algún lugar a esta habitación, no se qué significa eso, no estoy secuestrado, porque hay una puerta perfectamente abierta. Un momento, ¿y si me vigilan? Me aterro, mis fuerzas flaquean, siento un mareo, unas leves ganas de vomitar. ¡Es que estos bastardos me vigilan! ¡No hay nada que hacer frente a las fuerzas de ese algo superior!
Entonces, muerto de miedo, camino paso a paso, lentamente, con piernas temblorosas, acercándome a la puerta. Salgo de la habitación, mi corazón late cada vez más rápido, a punto de estallar. Es una casa pequeña, salgo a un pasillo y miro hacia ambos lados, la salida es hacia la izquierda, no es el lugar más bonito, pero es la poca decencia que queda en el mundo, la derecha se ve peligrosa, con ansias de poder, digo, es una cocina a mi lado derecho, nada más.
Siento que miles de ojos se clavan en mi, no se si es un fantasma o quizás cámaras ocultas, el costo de la seguridad, pero algo es seguro: me quieren matar. Camino tambaleándome, encuentro la puerta de salida, no está trabada, abro la puerta, pero me detengo, pienso: si me voy, así, así nada más, me van a salir persiguiendo, van a darse cuenta que me escapé. Doy media vuelta y empiezo a botar los estantes, a dar vuelta la mesa y las sillas, a arrojar al suelo los platos, los vasos, todo lo que se pueda quebrar. Van a pensar que me secuestraron o algo así. Doy tumbos por la casa, como si no fuese un humano, destruyo todo lo que encuentro, mejor dicho, como si fuese un humano, el humano mas representativo de la raza, me comporto como tal, destruyendo todo a mi paso, solo me falta un hacha. Abro estanterías y muebles buscando una, pero encuentro algo mejor, me sonríe un bidón con bencina, me dice claramente hola amigo, sabes, quiero que me tomes en tus manos y me rocíes por todo este lugar de mierda, yo me quedo perplejo ¿los bidones no hablan? ¿O sí? Bueno, no soy quién para desobedecer a un bidón. No encuentro nada mejor que tomar el bidón en mis manos, tal como me lo ordenó y empezar a rociar el lugar. Debo reconocer que todo este manosear bidones me excita sexualmente un poco, aunque solo un poco. De un momento a otro se acabó el contenido, así que lo dejé a un lado. No me costó encontrar fósforos.
Y uno, y dos, y tres, y cuatro, y cinco, me aseguré de que se encendiera bien. Quise quedarme el mayor tiempo posible, pero las llamas fueron más fuertes, al cabo de un par de minutos me vi obligado a salir corriendo, a la fuga.
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